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Fenomenología del suicidio (página 2)



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" Absolutamente hablando no puedo disponer, no ya de mi
cuerpo, pero ni tampoco de mi vida, a no ser que me sitúe
en condiciones tales que me sea imposible disponer de ellos en lo
sucesivo; es el momento de la irrevocabilidad.  Y esto, es
de una evidencia sorprendente cuando se trata del suicidio o del
sacrificio de la vida… No hay ni puede haber sacrificio
sin esperanza, y un sacrificio que excluyera la esperanza
sería suicidio" (D.M. p. 109).

Esta tesis nos permite valorar el sacrificio asociado al
martirio que se constituye en uno de los más fuertes
testimonios del cristianismo,
que traza una diferencia enorme entre lo que significa el
sacrificio deseado por amor, por
entrega, por imitación a Cristo término central de
nuestra esperanza, y el suicidio como decisión voluntaria
y como acto en el cual hay una ausencia total de esperanza, en el
que sólo se intuye una supuesta liberación. 
 

" En la medida en que un sacrificio se halla inspirado por la
esperanza de una recompensa, deja de ser un sacrificio… Es
evidente.  Pero, ¡qué psicología más
rudimentaria y falsa la que se representa el sacrificio del
creyente como consecuencia de un cálculo!
Se halla inspirado por un impulso de esperanza y de amor" (D.M. p.
111). 

Definitivamente el aporte de Marcel nos da una visión
muy importante sobre el suicidio,
aporte que se plantea en términos reflexivos pero que
tiene inmensas posibilidades de adecuarse a la realidad, aporte
que puede llevarse a la vida práctica y que se constituye
en un instrumento terapéutico. Es importante, para intuir
este elemento terapéutico, tener en cuenta las causas
posibles de la depresión,
categoría íntimamente relacionada con el suicidio y
objeto principal del abordaje psicológico y
psiquiátrico: " Una cusa posible de depresión es
que algo funcione mal en el cerebro, una
alteración genética
que provoca la producción y la liberación de
transmisores neuroquímicos de tal manera que interfieren
con las funciones
habituales del cerebro. Este tipo de depresión constituye
una enfermedad mental, y acarrea toda clase de
consecuencias. Otro tipo de depresión es la debida a un
estado
cerebral  inducido, de modo que sigue siendo
biológica pero no genética.  Podría ser
resultado del abuso de sustancias, un efecto secundario de las
anfetaminas o
de un depresivo como el alcohol
Esta clase de depresión indica una dependencia física o
psicológica. La tercera causa típica de
depresión es un trauma infantil sin resolver o
algún otro problema del pasado, lo cual constituye un
punto de vista freudiano y es un problema psicológico no
médico.

 La cuarta clase de depresión es fruto de algo
grave que ocurre en la vida presente de alguien.  Ese algo
puede ser una crisis
profesional, la inminencia de un problema personal o
económico, como una separación o la ruina, o un
problema de orden ético y moral. En este
caso, el origen de la depresión no es de naturaleza
física o psicológica; la química cerebral, el
abuso de sustancias y los traumas infantiles no son
culpables.   En este cuarto marco hipotético la
filosofía sería el camino más
rápido hacia la curación.  Conocerse a
sí mismo tiene una vertiente psicológica,
así como otra física, pero, a la larga, descubrir
la esencia más íntima de su ser es una tarea
filosófica" [1]. 

Al tener en cuenta esta implicación de la
depresión en un fenómeno como el suicidio y en la
consideración filosófica que de él se pueda
hacer no se pretende de ningún modo suplantar el abordaje
médico y psicológico, sólo proponer que en
una tipología concreta del suicidio asociado a problemas
relacionados con la desesperación en los que no se
descubre una raíz biológica, la filosofía
tiene mucho que decir, Marcel afirma al respecto: " El hombre,
capaz de desesperación, capaz de abrazar la muerte, de
abrazar su muerte
la metafísica debe tomar posición
frente al problema de la desesperación" (D.M. p.
128).  En el límite de esta desesperación
aparece un ser que se ha hecho a sí mismo cada vez
más disponible, ser que " no puede por menos de considerar
la muerte como una liberación, y es imposible otorgar la
menor validez a la opinión según la cual eso no
sería más que una " ilusión" " (D.M. p.
153).  

El suicidio es pues, un caso extremo en el que el individuo
dispone de sí mismo, " precisamente porque al disponer
así de sí mismo (suicidio) se hace indisponible
para los otros, o por lo menos obra como alguien a quien no le
importa en absoluto el quedar disponible para ellos… Todo
esto gravita en torno a la
fórmula: el alma
más esencialmente entregada es ipso facto la más
disponible.  Quiere ser instrumento.  Pero el suicidio
es el hecho de negarse como instrumento" (D.M. p. 157).

CONCLUSIÓN

Ante una situación límite de nuestra existencia,
es verdad que nada objetivamente vendrá a impedir que nos
matemos, pero esto no justifica  tener que aceptar el
suicidio como una opción de hecho y que llegáramos
a aplicar, por ejemplo, una legislación determinada que
regule esta tendencia como una práctica y que le de un
margen de ejecución justificado, de ninguna manera. El
suicidio es una negación del ser y responde, cuando no
está determinado por una raíz biológica que
lo compruebe como patología, a un desorden racional que
puede ser restablecido por medio de una eficaz comprensión
de nuestra situación, de nuestra vida en términos
filosóficos, de nuestra configuración
biológico-espiritual y de la unidad indisoluble entre
nuestro cuerpo y alma.  La raíz del problema
está en nuestro pensamiento y
en nuestro pensamiento está la solución.

El suicidio como acto de quitarse la vida es una
práctica real, se suicidan sobre todo los jóvenes
entre 17 y 25 años, como lo muestran la mayoría de
las encuestas, se
suicidan personas en edad madura entre los 40 y 47 años,
se suicidan los ancianos entre los 65 y 73 años, se
suicidan ignorantes e inteligentes, un simple campesino o un
ilustre médico, se suicidan los bellos y las bellas, los
flacos por ser muy flacos y los gordos por creerse deformes, y
todo esto evoca una problemática que se mueve en el plano
del misterio y " los misterios no
son verdades que están por encima de nosotros, sino
verdades que nos abarcan. 

Así se expresa una fenomenología del suicidio que consiste en
examinar cómo el suicidio no puede menos de aparecerme
como liberación total, pero en la que el liberador, al
liberarse de sí mismo, por el mero hecho se
suprime… ¿es posible esta acción
absoluta de mí sobre mí mismo? Si así fuera,
me hallaría autorizado a reivindicar para mí una
especie de " ameidad" puesto que yo no seguiría existiendo
sino gracias a un permiso continuo que me concedería a
mí mismo.  Todo el problema está en saber
qué especie de realidad es la mía en un mundo cuya
estructura es
tal que tolera lo que he llamado una defección absoluta"
(D.M. p. 175).

REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS

MARCEL, G.  Diario metafísico. Ediciones
Guadarrama, S.A. Madrid,
1969.

MARINOFF, Lou. Más Platón y
menos Prozac. Ediciones B, S.A., 2000.

 

 

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